Hoy la cuarenta atrás llega a su fin para mí, tras haber pasado este último año con los treinta y todos cierro una etapa y abro la tapa del envase de los cuarentones que no sé si llevará abre fácil para hacerlo difícil o viceversa.
Los 40 suenan a Principales, y a ladrones, como banda sonora de la actualidad, pero principalmente macho suenan a mucho, no quiero pensar que el ladrón es el tiempo y que ahí va va robando cuarenta, sino que me los ha regalado y prefiero sentir que todavía hay mecha de vida, mucha, aunque sea hervida para cocinar la cruda realidad que se vislumbra no sólo en la hucha.
Lleva días mi inconsciente serrando mi juventud, canturreando a Serrat con el hace veinte años que tengo veinte años, y es que yo tenía 10 cuando oía esa canción, 20 cuando la escuchaba, y pensaba qué lejos estaba yo de esa oración mirando la hora en mi reloj de estudiante donde el tiempo apenas se movía adelante.
Al entrar en la vida laboral el reloj comenzó a ir mal, esa abundancia de tiempo libre se evaporó, le dio una coz, en la década de los 30 el tiempo voló veloz, y la nostalgia mostró su carta de presentación. Donde el calendario antes servía tapas de semanas ahora eran raciones de meses las que preparaba para el insaciable tiempo, y éste las devoraba a una sensación temporal acelerada así percibida por el efecto y defecto de la velocidad rutinaria. Y así rodando entre más risas que llantos en los cuarenta me planto, con la planta de la vida erguida y con bella flor, regada por el afecto de los que me han respetado y dado amor.
Dicen que ya no tengo edad para seguir con esa pasión por la música marginal, ni con esa distracción por los videojuegos, ni con esa obsesiva curiosidad por el conocimiento de la ciencia y la tecnología; pero yo desconfío de ellos viendo que no aprueban su propio consejo, pues llevan repitiendo el mismo año tras año.
Probablemente tendrán razón con sus juicios de valor sobre mí, posiblemente yo haya perdido el juicio pero no el valor al distanciarme de esa línea evolutiva estereotipada, no sé, lo que sí sé es que yo prefiero seguir haciendo lo que siento que me hace feliz, sin importarme el qué dirán, ni lo que dicten las modas, e ignorando lo que me tocaría hacer, y mucho menos calculando el límite de edad para una actividad cuando la ilusión tiende a infinito.
Los 40 suenan a Principales, y a ladrones, como banda sonora de la actualidad, pero principalmente macho suenan a mucho, no quiero pensar que el ladrón es el tiempo y que ahí va va robando cuarenta, sino que me los ha regalado y prefiero sentir que todavía hay mecha de vida, mucha, aunque sea hervida para cocinar la cruda realidad que se vislumbra no sólo en la hucha.
Lleva días mi inconsciente serrando mi juventud, canturreando a Serrat con el hace veinte años que tengo veinte años, y es que yo tenía 10 cuando oía esa canción, 20 cuando la escuchaba, y pensaba qué lejos estaba yo de esa oración mirando la hora en mi reloj de estudiante donde el tiempo apenas se movía adelante.
Al entrar en la vida laboral el reloj comenzó a ir mal, esa abundancia de tiempo libre se evaporó, le dio una coz, en la década de los 30 el tiempo voló veloz, y la nostalgia mostró su carta de presentación. Donde el calendario antes servía tapas de semanas ahora eran raciones de meses las que preparaba para el insaciable tiempo, y éste las devoraba a una sensación temporal acelerada así percibida por el efecto y defecto de la velocidad rutinaria. Y así rodando entre más risas que llantos en los cuarenta me planto, con la planta de la vida erguida y con bella flor, regada por el afecto de los que me han respetado y dado amor.
Dicen que ya no tengo edad para seguir con esa pasión por la música marginal, ni con esa distracción por los videojuegos, ni con esa obsesiva curiosidad por el conocimiento de la ciencia y la tecnología; pero yo desconfío de ellos viendo que no aprueban su propio consejo, pues llevan repitiendo el mismo año tras año.
Probablemente tendrán razón con sus juicios de valor sobre mí, posiblemente yo haya perdido el juicio pero no el valor al distanciarme de esa línea evolutiva estereotipada, no sé, lo que sí sé es que yo prefiero seguir haciendo lo que siento que me hace feliz, sin importarme el qué dirán, ni lo que dicten las modas, e ignorando lo que me tocaría hacer, y mucho menos calculando el límite de edad para una actividad cuando la ilusión tiende a infinito.
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